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9 de estilo de vida más saludables en comparación con los chicos y las chicas de centros con programas propios de educación para la salud, a excepción del tiempo sedentario en las chicas. A efectos generales, los chicos de los centros educativos experimentales se beneficiaron más del programa que las chicas. Esto sugiere que, para una mayor eficacia, las intervenciones de promoción de la salud en la escuela deben adaptarse a la población y/o al entorno en cuestión (Owen y cols., 2017). El consenso general es que los estudios de intervención necesitan realizar seguimientos continuos para poder evaluar su sostenibilidad a largo plazo (Dobbins y cols., 2009). Una intervención que demuestra ser eficaz y durable tiene implicaciones para las decisiones políticas, el gasto público y, en última instancia, la salud de los niños, niñas y adolescentes a medida que avanzan hacia la edad adulta. Por ejemplo, una revisión sistemática de estudios de seguimiento reveló que 10 de 13 intervenciones de promoción de la actividad física en centros educativos demostraron un impacto sostenido (Lai y cols., 2014). Recientemente, se llevó a cabo una revisión sistemática que evaluaba la eficacia de las intervenciones de salud digital (intervenciones realizadas a través de Internet, ordenadores, tabletas, tecnología móvil o teleasistencia) en centros educativos para cambiar múltiples comportamientos de salud con el fin de prevenir los factores de riesgo de enfermedades crónicas tradicionales (consumo de alcohol y tabaco, alimentación no saludable y actividad física) y emergentes (comportamiento sedentario y sueño) (Champion et al., 2019). Los resultados revelaron que las intervenciones basadas en múltiples comportamientos aumentaron significativamente la ingesta de frutas y verduras y la actividad física, y redujeron el tiempo de uso de pantallas inmediatamente después de la intervención. Sin embargo, no se observó ningún efecto en el consumo de alcohol o tabaco, ni sobre el consumo de grasas, bebidas azucaradas o aperitivos. Además, incluso a pesar de la elevada proporción de adolescentes que poseen un teléfono inteligente (95%) según algunos autores (Vogels, Gelles-Watnick y Massarat, (2022), no se ha aprovechado el potencial de las aplicaciones de mHealth para complementar los programas basados en la web. Por lo tanto, la investigación futura debe explorar la viabilidad y la eficacia de este tipo de intervenciones mHealth en cuanto a comportamientos y estilos de vida (Champion y cols., 2019).

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